Diego y Patricia hace cinco años que se conocen. Comenzaron su historia de amor en la fiesta de un amigo de él, que celebraba su final de carrera. Alguien les presentó y ¡surgió el flechazo! Comenzaron a salir tres o cuatro meses después y desde entonces se han vuelto inseparables.
En este tiempo, ambos han asistido como invitados a las bodas de sus amigos. Siempre escuchaban la pregunta: ¿y vosotros, para cuándo? Ella, como cualquier novia, siempre había soñado con una boda de cuento. Era inevitable el comentario medio en broma, medio en serio: “A ver cuándo me pides que me case contigo ;)”. Él tomó nota, pero dejó pasar el tiempo. Lo tenía claro, era la mujer de su vida pero, ¿cuál sería el momento ideal para pedirle matrimonio?
Al final, Diego encontró la ocasión perfecta. Quería que fuera algo muy especial que recordasen para siempre. Aunque ambos viven en Zaragoza, Patricia es de León. Diego pensó que el mejor lugar para pedírselo sería en esa ciudad, así que con motivo de su cumpleaños el pasado otoño, decidió proponerle a ella un viaje allí. “Íbamos a pasar el fin de semana, y la idea era pedírselo en un entorno especial”. Qué mejor lugar que la bella catedral de León, un monumento que cada año atrae muchos visitantes y que destaca por su belleza en esa ciudad.
Así que llegado ese fin de semana, viajaron a León. Previamente Diego había ido a comprar un precioso anillo en una joyería zaragozana. Su hermana y su madre le ayudaron a elegirlo para que fuera el más bonito, y que Patricia se quedara boquiabierta. Con el anillo en el bolsillo y el valor suficiente, Diego caminaba junto a Patricia en la catedral de León. El novio empezó a ponerse nervioso: ¿por qué había tanta gente?, ¿por qué no se iban para dejarles a solas? Al final, consiguió el rincón y el momento adecuado para decirle: “¿Quieres casarte conmigo?”.
Patricia lo miró fijamente y casi se le para el corazón. No dudó en responder: “Sí”. Ya estaba hecho; el momento mágico con el que siempre había soñado y que no se esperaba para nada que sucediera este día, acababa de ocurrir.
Ambos salieron de la catedral dando mil vueltas a la cabeza. Estaban felices pero era inevitable una situación de vértigo y emoción. “Estuvimos varios minutos sin hablar”, dice ella. “No nos lo podíamos creer. ¡Nos casamos de verdad!”.
Diego tenía el móvil lleno de mensajes de Whatsapp de su familia y amigos: “¿Ya se lo has pedido? ¿Qué ha dicho? ¿Qué cara ha puesto?”. Ella no sabía qué hacer. Mejor decírselo a sus padres en persona pero, ¡no podía esperar! Así que los llamó por teléfono para darles la noticia.
Esa misma noche a ambos les costó conciliar el sueño. Diego durmió de un tirón después de toda la tensión acumulada que había vivido. Y Patricia se despertó nerviosa a las cinco de la mañana: “Estaba en tal estado de shock que me levanté de un salto a buscar fincas en Internet. Mi cabeza no podía parar de pensar, dice”. Ambos tenían claro que la celebración sería el momento más importante de sus vidas, y que la boda de sus sueños sería en una finca.
